lunes, 16 de febrero de 2009

Casa Refugio para victimas de violencia

Lidia, nació en Puno, tiene el rostro cansado a sus 34 años. Sus ojos se agitan cuando recuerda que él llegaba a su casa y empezaba su martirio, insultos, golpes, violación. Todo frente a sus hijos.

“Lo conocí en una fiesta, era bien responsable con su familia, igual que yo. Cambió al nacer mi segunda hija. Me enteré que estaba con otra mujer, la busqué, nos agarramos a golpes. Él, por defenderla me rompió la cabeza, lo boté de la casa, seguí trabajando, mi suegra veía a mis dos hijos. … hasta que mi hija se quemó el brazo y tuve que dejar el trabajo para cuidarla.

Tomé la peor decisión de mi vida, volví con él. Ahí, empezó la peor parte, regresaba borracho, amenazaba con matarme, quería tener relaciones, ya no le soportaba. Mi hijo decía: ¡ ya viene mi papá borracho!, llevaba a su hermanita donde la vecina, le pedía que no salga y se venía a ayudarme”.
Sus ojos se llenan de lágrimas al recordar, luego, mira al cielo y dice con esperanza: “Eso me ayudó a que yo reflexione, señorita, eso no era vida para mis hijos, no quiero que mi hijo repita eso, quiero que tenga su pareja, su familia, que converse; pero que no le pegue, aquí en la Casa Refugio me ayudaron a pensar que eso es posible”.

Puertas abiertas
Rosa Lluncor, recibe mujeres que son víctimas de violencia. Ellas llegan con sus hijos, dejaron atrás su hogar, salieron huyendo para salvar su vida.
"Estamos convencidas que para enfrentar la violencia se necesita más que buenas intenciones, es necesario presupuesto y estrategias coordinadas entre la comunidad, las ONGs y el gobierno local”, quien asi se expresa es Rosa Safra, Directora, de la Casa de Acogida Rosa Lluncor.
¿Quiénes pueden ingresar a Rosa Lluncor?
Mujeres y sus hijos, que sufren violencia y no tienen una red familiar que las acoja. Un requisito básico es que tengan una denuncia en la comisaría. Sólo podemos albergar a 6 mujeres y pueden quedarse como máximo tres meses.

Las personas que requieran mayores informes, pueden comunicarse con la Casa Refugio Rosa Lluncor, en las oficinas en Jr. Felipe Pinglo Alva 192, III Zona de Collique, Comas o llamar al Teléfono: 558-0775
Se requiere el compromiso de todos, aqui un audio que busca tu compromiso.

Feminicido, asesinato de mujeres

Más que el simple antojo de un grupo de mujeres, el término feminicidio es el resultado de muchos años de investigación sobre una problemática común a las sociedades de Latinoamérica y el Caribe que cargan con el peso ancestral de una cultura patriarcal provocadora de altos índices de muertes violentas de mujeres y niñas.

El origen del término “Femicidio” se genera en 1990, cuando en un artículo de la revista Ms. Magazine, “Femicide: Speaking the Unspeakable” (Femicidio: Hablando lo Innombrable). Para el año de 1992, las coautoras de dicho artículo Diana Russell y Jill Radford, ponen a circular su obra “Femicide: The Politics of Woman Killing” (Femicidio: La Política del Asesinato de la Mujer). Las investigadoras definen femicidio como un crimen misógino, es decir, el perpetrado en contra de la mujer, motivado por un marcado desprecio hacia lo femenino (misoginia).
Para finales de la década de los 90’s, es la connotada antropóloga mexicana Marcela Lagarde quien, con autorización expresa de Diane Russell, introduce la variación en la traducción al español del término Femicidio (Femicide) por el de Feminicidio. En consecuencia, llamamos feminicidio al asesinato de una mujer por el simple hecho de serlo.
Es ilustrativo –pero no aislado- el caso de Yrma, trabajadora del hogar que fue encontrada asesinada en la casa de sus patrones en marzo del 2006. Luego de 23 años de unión consensual con su feminicida (Domingo), Yrma decide separarse de él e irse a vivir con sus 3 hijos, procreados por ambos, motivada en parte por el consejo de hijas e hijo y, sobre todo, por las amenazas de muerte y los maltratos constantes - físicos, emocionales y verbales - que le infligía Domingo. Yrma se emplea como trabajadora del hogar. Domingo no soporta esa independencia y mucho menos perder el control sobre Yrma. El hombre decide presentarse al lugar de trabajo de ella con el pretexto de visitarla. El patrón ve dicha visita como algo normal y sale a su trabajo dejando a Yrma sola con Domingo. La mujer fue encontrada degollada, escondida en la despensa de la cocina de sus patrones.

Es evidente que el feminicidio tiene raíces distintas a las del homicidio; viene precedido de violencias que encuentran sus características particulares en los roles sociales asignados históricamente a hombres y mujeres. No se trata de un “crimen pasional”, es un crimen de poder: “Si no eres mía, no serás de nadie”, es el significado que parecen dar los feminicidas al asesinato de una mujer.

Machismo, mayor riesgo para las mujeres

El ser masculino está asociado con un hombre heterosexual, dominante, insensible, triunfador, fuerte, inteligente y violento. Este estereotipo de lo que debe ser un “verdadero hombre” hace que la mayoría de nosotros luchemos incansablemente por demostrar estos “atributos”. Y en esa desesperada batalla se van asumiendo, poco a poco, comportamientos acordes con esta gama de características personales, donde la violencia es uno de los requisitos indispensables para ser considerado un verdadero macho.

Muchos adultos creen que si el hijo es varón y no se le da un trato fuerte se corre el riesgo de que termine siendo “flojo”. El trato fuerte implica gritos, golpes, exigencias y amenazas, hasta poco amor. A los varones se les inculca buena dosis de violencia y agresividad, no importa la cultura, la clase social, el estado civil, las edades o la etnia. Por el solo hecho de ser evaluados como del sexo fuerte, la vida los va presionando.

El ser violento, se justifica por razones hormonales, biológicas, como seres más agresivos y más propensos a la violencia que las mujeres.

Entonces, ¿con qué elementos tienen que ver estas conductas violentas?. Aquí volvemos sobre lo mismo. Estamos condicionados socialmente, en tanto portadores del modelo de masculinidad hegemónica, a comportarnos según normas rígidas preestablecidas, que cercenan una parte de nuestro yo individual, sustentada por la ideología patriarcal. El reto es cambiar estas formas y modelos de conducta, que denigran la condición humana y que trasciende lo particular y se convierte en un problema social.



En la búsqueda de una utópica sociedad igualitaria, las mujeres han sido las primeras en ser conscientes de la necesidad del cambio de los roles de género y lo han llevado a la práctica durante déc...



Contra la violencia, mayor igualdad y empoderamiento de la mujer

La violencia contra la mujer es una forma de discriminación y una violación de los derechos humanos. Acabar con ella es promover la igualdad y el empoderamiento de la mujer, velar por el pleno ejercicio de los derechos humanos de la mujer.

Gracias a la labor el movimiento de mujeres, ahora se sabe que la violencia contra la mujer no es el resultado de la mayor agresividad, alcoholismo o consumo de drogas de los hombres, sino que está profundamente arraigada en la desigualdad histórica de las relaciones de poder entre el hombre y la mujer, que están contenidas en las normas culturales y las desigualdades económicas.



Existen muchas formas de violencia contra la mujer, las más evidentes son la física, sexual, psicológica y económica. Algunas cobran más importancia, mientras que otras las van perdiendo a medida que las sociedades experimentan cambios y las mujeres conquistan derechos. La forma más común de violencia experimentada por la mujer en todo el mundo es la violencia ejercida por su pareja en la intimidad, que muchas veces culmina con la muerte de la mujer. Muy generalizadas también son las prácticas tradicionales, como el matrimonio precoz y forzado y en otras latitudes la mutilación genital femenina.

El Estado, tiene obligaciones concretas y claras de abordar para acabar con la violencia contra la mujer, acciones de prevención, investigación, enjuiciamiento y castigo a los perpetradores; así como atención y socorro a las víctimas. Cuando el Estado no exige responsabilidades a los ejecutores de la violencia, la alienta y da a entender que la violencia que ejerce el hombre contra la mujer es aceptable o normal. Esta impunidad es la negación de la justicia a las víctimas /sobrevivientes y refuerza las desigualdades entre hombres y mujeres.